Archivo de la etiqueta: extraño

El diablo cojuelo

IMG_1038

 

En la costumbre, cada vez más arraigada, de mirar a lo Alto, encuentro a veces señales que es difícil no ver. Los caminos de aviones indecisos, grullas volando a ras de los cables y el temor, extrañas formas de las nubes: hongos, semblantes, declaraciones, un pensamiento.

El arma del diablo es la pluma, y perdición su curiosidad. Levanta los tejados para dejarnos expuestos o darnos la oportunidad de mostrarnos a otros. Pero la decisión la deja para nosotros. Si escribir en el agua es efímero (pero también ambicioso y atrevido), mostrar el útil en el cielo es arrogante e igualmente fugaz.

Pero la duda asalta: es herramienta del mal, de la ficción que nos aleja o tal vez el Ángel…

El que nos mira

 

Contemplar detenidamente el cielo ayuda en la espera de encontrar lo ingobernable. Pero a veces, es el ojo, y no el aviso, el que busca la manera de sorprenderse y localiza la mirada de quien nos vigila. Es extraño y no quiere la mente asignar el gesto, por temor a que las nubes actúen bajo mandato.

Pero hay ocasiones en las que el azul avisa. No escucharlo es negarse a entender, también, la caricia de la brisa o el frescor del agua. Así, en mitad de una charla agradable, la cámara parece reclamar su automatismo y se dirige, o la dirigen, a lo Alto, para hacernos escuchar a veces su propia plegaria, a veces una conminación.

Me pregunto cuántas personas habrán visto el gesto y cuántas habrán atendido el aviso. Y espero, con un sentimiento líquido e indefinible, a que otra mirada se me cruce y sea amable. Y al final, cuando apago la luz, y es descanso, me pregunto si no nos refleja el cielo.

El futuro detenido

El futuro nos observa, pero no nos espera necesariamente

Dicen que el futuro espera, de forma pasiva, a que nos lleguemos. Pero creo que esa es una manera egoísta de ver la posibilidad, como si nos reserváramos el protagonismo o tuviéramos capacidad de moldearlo. Eso podemos hacerlo, y lo hacemos, con el pasado, porque nos figuramos distintos cada vez que nos contamos una misma historia.

Dicen también que la memoria es erosión de lo real, porque cada vez que nos acordamos de alguien variamos imperceptiblemente la espina de lo contado: y así lo hacemos más propio, pero vamos borrando, lentamente, a quien volvemos a imaginar. Es terrible: si no los recordamos, no podemos asegurar que sigan con nosotros.

Deberían decir que esto lo sabían los escultores de gárgolas. Las de la Catedral de Palencia, maravillosas, son un catálogo de historias que quieren meterse dentro para ser recordadas o para no serlo. Que no está claro que estuvieran pensando en el futuro.