Archivo del Autor: Miguel Ángel Serrano

Un presagio

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Un presagio es el primer poemario de Miguel Ángel Serrano. Publicado por Bartleby editores en mayo de 2.013. De la contraportada:

Hay más impedimenta que la simple maleta. Todo viaje implica un regreso, aunque solo sea a un territorio imaginado. Un presagio es un intento de despojarse del peso que nos vence para entrar en un relato telúrico del que no podemos tener conoci- miento pleno, pero sí sensación e impronta: la huella que deja en el que va a su encuentro es el alma poetizada, la realidad como una aguada leve en un lienzo de seda.

Miguel Ángel Serrano se adentra en ese terreno siempre desconocido, anciano y honesto del paisaje mostrado sin tapujos: el orín y la luz de enramada, el frescor del soto o el sol hiriente del labrantío. Lo hace con el presentimiento de que el lenguaje puede solo ser nimbo o símbolo, pero nunca plenitud. Ese presagio es el que alimenta el ánimo pese a saberse batalla perdida.

La necesidad de encararse con la escena y dejar que azote el viento, la escarcha o lo que venga, con la única respuesta posible de la reflexión y el sentimiento. Y la vuelta a sí, como después de un sueño colorido, inevitablemente deja una cicatriz, apenas vista, que tal vez invitará al lector a dar su primer paso. Este libro aspira a acompañarle.

 

 

El diablo cojuelo

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En la costumbre, cada vez más arraigada, de mirar a lo Alto, encuentro a veces señales que es difícil no ver. Los caminos de aviones indecisos, grullas volando a ras de los cables y el temor, extrañas formas de las nubes: hongos, semblantes, declaraciones, un pensamiento.

El arma del diablo es la pluma, y perdición su curiosidad. Levanta los tejados para dejarnos expuestos o darnos la oportunidad de mostrarnos a otros. Pero la decisión la deja para nosotros. Si escribir en el agua es efímero (pero también ambicioso y atrevido), mostrar el útil en el cielo es arrogante e igualmente fugaz.

Pero la duda asalta: es herramienta del mal, de la ficción que nos aleja o tal vez el Ángel…

Cincel del tiempo

 

El tiempo es el escultor más eficaz y persistente. Tiene la caricia de la lija fina o el golpe de escoplo. Desbasta la madera, pule y horada la piedra y el alma, santifica el despojo. Otros, cabalgándolo, se aferran al objeto: líquenes de la hora, la termita agente, el ansia, la doblez de la hoja y la conducta. Trabaja sin modelo porque el modelo es efímero y también lo aplasta con su cadencia terne. Mira en el espejo la imagen rugosa, la piel de arena en la roca, el malestar.

Y cuando el frío ronde y escasee el agua, cuando ya nada pueda llevarte a no ser tú, cuando creas que Akaba era escapatoria, vendrá una ayuda siempre sabida y el tiempo, sabio y amable, dará forma a lo que mandaba la piedra, la madera, el pobre barro. Y así la sed encontrará al fin medida.