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Empezar una novela: primero cuente hasta 10.000

tango

Uno de los peores enemigos a los que se enfrenta el novelista es la prisa. Siempre se menciona el “miedo a la página en blanco”, pero creo que hay que tener más miedo de lo escrito… Una novela solo debería ser llevada al papel cuando la mente, incluso el espíritu del escritor, están preparados para ello.

Para que eso ocurra, será necesario que se tenga una idea clara del punto de vista y el tono. Por decirlo de otro modo, un cuidadoso acercamiento a lo que queremos contar y una gran determinación para no escribir, incluso cuando parece claro que podemos empezar. La tinta puede ahogar nuestros esfuerzos rápidamente.

Hay otras cosas que se pueden hacer antes, como notas, bosquejos de cada personaje o la definición de escenarios y, más importante, el desarrollo de tiempo y tempo.

Lo confieso. No hago nada de eso. Solo pienso.

Una vez que se empieza una novela, probablemente apuntará a lugares inesperados y muy fructíferos, a veces. Los personajes pedirán más desarrollo del previsto, los escenarios se iluminarán u oscurecerán, las relaciones entre los personajes se retorcerán… como la vida.

Suelo manejar el ansia sustituyendo la palabra miedo (al papel en blanco y al escrito) por respeto. El miedo apela a respuestas emocionales, y no se vence simplemente actuando por reacción. El respeto requiere una ajustada apreciación del desafío ante nosotros. Apela a lo racional y por tanto ayuda a diseñar una estrategia. Sin eso, la desesperación acecha en cada paso de página…

La jornada de reflexión

Se queda un servidor, a veces, un tanto perplejo ante las convocatorias de la vida. El domingo 25 es día de levantarse temprano, desayunar leyendo el periódico y decidir si uno va al colegio electoral y si lo hace, para qué y quién. Eso si no eres del equipo de fútbol que haya ganado la copa de Europa el día antes. Si lo eres, a lo mejor es día de levantarse tarde, soportar la resaca si has bebido, volver a ponerte el partido y gritar con voz ronca. Y si eres del equipo perdedor, no levantarte.

El lunes, descontadas las obligaciones, tres cuartos de lo mismo. Con más lío, porque son varios partidos, no solo uno, y no queda claro si ganar las elecciones es ganar algo en Europa o no. Ni siquiera tengo claro si seguimos en la Champions League.

Lo bueno de la política es que la lista de convocados se conoce mucho antes y los lesionados, que los hay, juegan de todos modos. Se ponen de palomeros en el atril del mitin, porque en política no hay fuera de juego, según parece, y a esperar a ver qué pasa.

Vamos con el análisis. Los dos grandes equipos parecen ir largos de banquillo, con lo que en estos 15 días de juego van a hacer sin duda un despliegue táctico para cubrir todo el campo. Los marcajes, y las entradas a destiempo, me temo que van a ser al hombre / mujer. Sin duda eso va a dejar espacios para la creatividad y el contra-ataque: parece que esta vez hay más extremos por el campo por lo que se prevé una competencia brillante. Los dos favoritos, no obstante, no van a tirar de jugadores de refresco o requetefresco, por lo que el cansancio (de los votantes) puede jugar un papel fundamental. Se sabe que otros equipos, más acostumbrados a echarse al monte, van a tratar de practicar un fútbol racial y que apele a la épica, siguiendo sus respectivas filosofías. Sin duda, la competición está muy disputada, como el voto del Señor Cayo (no Cayo Lara, que ese está claro, sino el de Delibes).

Es difícil, por tanto, hacer pronósticos. Mi previsión es que el Partido Popular empatará con la Cultural Leonesa, mientras que el Partido Socialista probablemente gane al Don Benito. Pero fútbol es fútbol y hasta que el trencilla no señale el minuto 90, más el añadido de las encuestas a pie de urna, no hay enemigo pequeño. Si eso.

 

Publicado y escrito para los amigos de tucriterio.com el 12 de mayo de 2014

Rituales de escritura

Tras más de veinte años como escritor, he desarrollado una serie de fijaciones y rituales al componer una novela o un poema. No son las mismas para cada ocasión, pero comparten algunas características.

Por ejemplo , tengo que «cocinar» , algunas veces durante años, el tono y el color del lenguaje, porque es muy importante para mí que coincida exactamente con la trama y las palabras. Por lo tanto , la trama se retorcerá cuanto sea necesario para encajar con la voz o voces seleccionadas . Bastante inusual , lo sé.

Me han dicho, algunas veces, que es el lenguaje en sí mismo lo que impulsa mis historias. Esto probablemente es una exageración, pero muestra cómo una novela tiene que tener su propia vida interior antes de que pueda ser escrita y cómo se requiere un gran esfuerzo para entender cómo y cuándo revelar información.

La poesía es otra cosa. Es más parecida a la pintura que a escribir. Así , la composición , la armonía , la profundidad y la estructura se vuelven aun más importantes , y por supuesto una fuerte determinación para dar rienda suelta al yo poético. En cierto modo , es más una cuestión de porosidad, y no un conjunto de decisiones estratégicas. Así que tengo que esperar y dejar que mi mente investigue matrimonios extraños entre las palabras o conceptos inesperados.
No quiero decir que la poesía sea pasiva: demanda sudor, puesta a punto y un amor por las palabras que en realidad es una obsesión.

Pensándolo otra vez, estas ideas pueden ser consideradas como una parte de mi dogma personal. Los rituales son esas otras pequeñas cosas que haces antes de empezar a pensar o escribir: el paseo ceremonial por el bosque, la observación de las tormentas o el recuento distraído (pero efectivo de una manera sutil) de peatones .