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Indecisión de la tormenta

Justo antes de que el viento frío agote la espera se suele sentir un pequeño golpe de calor, como una respiración de lo divino sobre las aguas. La tormenta es una indecisión del rumbo y una discusión de los destinos: en el agua brava rebotan ecos de los marineros sepultados y el susurro de los peces al rozarse se transforma en los reflejos dispersos de la calma chicha, corta y en suspense. Silencio y ardor, fuego y sal, carne viva de la piel del agua: nada que el óleo no pueda bañar.

No se tiene la paciencia de contemplar, como en las tardes de pradera y verano, la nube que anuncia el estruendo. Tan solo se busca en las tripas el resplandor del relámpago por si esa luz enseñara algo del futuro. Pero se huele el agua, a veces, justo antes del lloro o de la risa y se arropa con el aroma el recuerdo.

No hay peor ruido que el grito de madre. Ni canción más triste que la que entonan los niños asustados. Demasiados colores en el cielo no suponen arco iris si el tiempo, insistente, los enfría.  Miré los muros, y eran olas, y el techo enjambre de nubes. Y al pintarlo, yo mismo sentí la indecisa sospecha de lo presentido.

Boceto de invierno

 

Boceto de invierno

Valle de Aguilar

Veo ahora, dejando que la luz me venza, un trasunto del invierno que llegó ayer, sin aviso, cuando ya no quería sino descanso y temple. Cómo arrebata la gratitud el frío, afila el hueso y tiñe la ilusión. En el sonido de la brisa olvidada del verano se escondían, sin embargo, las cabriolas del impulso primero, los nervios del ciervo joven, la grama tupida: tras la roca aguarda la escarcha su turno paciente, y el rayo y el grano mojado. En la estación de paso, en el gozne del otoño, un perro aúlla su lamento y queda, como el rumor de la piedra, estancado en los siglos.

Me espera el bosque, inquieto, con las ramas ansiando el siena, el verdemar, el son del aire, el peregrinaje de todos los días que prometían la incursión en la arboleda. Y tal vez, si el tiempo no me empuja, pueda imaginar, en ese boceto, un rostro curtido y una mano franca. Haga el frío lo suyo, en los días cabales.

Un presagio

portadaparapoesajes

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un presagio es el primer poemario de Miguel Ángel Serrano. Publicado por Bartleby editores en mayo de 2.013. De la contraportada:

Hay más impedimenta que la simple maleta. Todo viaje implica un regreso, aunque solo sea a un territorio imaginado. Un presagio es un intento de despojarse del peso que nos vence para entrar en un relato telúrico del que no podemos tener conoci- miento pleno, pero sí sensación e impronta: la huella que deja en el que va a su encuentro es el alma poetizada, la realidad como una aguada leve en un lienzo de seda.

Miguel Ángel Serrano se adentra en ese terreno siempre desconocido, anciano y honesto del paisaje mostrado sin tapujos: el orín y la luz de enramada, el frescor del soto o el sol hiriente del labrantío. Lo hace con el presentimiento de que el lenguaje puede solo ser nimbo o símbolo, pero nunca plenitud. Ese presagio es el que alimenta el ánimo pese a saberse batalla perdida.

La necesidad de encararse con la escena y dejar que azote el viento, la escarcha o lo que venga, con la única respuesta posible de la reflexión y el sentimiento. Y la vuelta a sí, como después de un sueño colorido, inevitablemente deja una cicatriz, apenas vista, que tal vez invitará al lector a dar su primer paso. Este libro aspira a acompañarle.