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El frío

los mil futuros

los mil futuros, como líneas que acaban en manchas

Cuando el frío agota la espera, envuelta el alma en un nido helado y mirar se convierte en un hilo entre lo que deseas y el parco pago de la vida, cuando el azul enseñorea y niega el alba, en ese paso boreal, en esa trama, surge el hombre agazapado en tu ingenio cómodo, en la ironía y el hablar profundo, y traza como bala las mil líneas del futuro que se viene o no: habrás de saber entonces, como esfinge, si el resonar en la plaza es el de los caminos que no has emprendido o el de los que esperan un impulso, elegir será un pestañeo y se habrá ido. Pero no el frío.

No es país para indecisos

Oh!

Oh!

No podemos dejar de buscar lo infinito. Es la manera de evitar que lo limitado nos ahogue. El artista, en su ansia de llenarse, nunca puede quedar satisfecho. El pintor buscará la obra total, como el poeta. El consuelo terreno, pago de humo, es la comparación. Pero la crítica es tan solo eso: una puesta en relación para asignar mérito. El Parnaso es una urbanización a las afueras.

Moby_Dick_final_chase. By I. W. Taber [Public domain], via Wikimedia Commons

Moby_Dick_final_chase. By I. W. Taber [Public domain], via Wikimedia Commons

 Querer ser dios es negarse el hecho de que el secreto no nos será revelado. Tal vez porque no existe, tal vez porque en el fondo no queremos saberlo. La caza es un bello fracaso: persiguiendo el arte se consumen los artistas. Como Ahab, descubren lo perfecto de la inmolación. Cezanne entrevé la sombra accidental, el plano de la umbría. Rilke se convierte en ángel, pero la mayoría caen, caemos, desplumados.

El artista muere esparciendo la derrota. Una espora de la desesperación, una marta feroz en el pincel. El Arte no es país para indecisos.

La pluma, la punta, el cincel o el pentagrama. Si hay una música de las esferas tiene que existir también un color, un poema o una ecuación. Y si un día llegamos a atraparlas, habremos cumplido nuestro destino y estaremos satisfechos ante la derrota definitiva, pues ya no habrá nada más que buscar.

Autopsicofonías

 

Escena del beso en Piasca, Cantabria. M. A. Serrano

Escena del beso en Piasca, Cantabria. M. A. Serrano

Algunos dicen que los sonidos se propagan por el aire sin llegar a desaparecer nunca, sino simplemente perdiendo potencia. Así, las ondas sonoras podrían llegarnos después de muchos años, una vez hubieran dado la vuelta al mundo, y susurrarnos al oído algo que ya habíamos olvidado. Es una condena o una bendición: tendremos que volver a oír los gritos a los hijos o el insulto a un amigo, pero también esa frase que ella convirtió en verso al mirarte.

Si yo fuera un científico y tuviera más inteligencia, dedicaría todo mi empeño a seleccionar solo aquello que debería ser inacabable y eterno para que me llegaran, cuando ya esté al final de mis días, algunas cosas que he dicho y que no he repetido suficientemente, y descubriría así que ser locuaz es ser olvidadizo y que ser callado es desear el futuro. Por eso escribir es dejar constancia muda: porque nos da miedo nuestra propia voz ultraterrena o circunterrena, y no nos fiamos de que el veredicto final no llene nuestros oídos de aquello que dijimos para inmediatamente arrepentirnos. Que nuestras últimas palabras las susurre el joven que fuimos y que ya está muerto. Que las diga Shakespeare, que fue joven por todos:

Deja que la elocuencia de mis libros,
sin voz, transmita el habla de mi pecho
que pide amor y busca recompensa,
más que otra lengua de expresivo alcance.

Parece que al fondo siempre hay una música…